Sufres de cabello seco, se te rompe al peinarlo, no tienes ni brillo ni movimiento, siempre encrespado… Por suerte, ¡todo tiene solución! Saber identificar un cabello sano es igual de importante que conocer los motivos por los que no lo está. Y lo más crucial es, una vez sabes qué problema tienes en el cabello, actuar de forma adecuada.

Su nombre ya lo indica: falta de agua. El cabello se muestra mate, áspero al tacto, y se electriza con mucha facilidad.

El medio ambiente juega un papel muy importante en los niveles de humedad de tu cabello. El clima frío y seco, combinado con la calefacción interior, puede absorber la humedad de tu cabello. El clima cálido y soleado también pone tu cabello bajo tensión. Los rayos UV dañan el cabello y descomponen su pigmento y el calor del sol extrae la humedad de tus mechones.

Además, el nivel de porosidad del cabello determina cómo absorbe y retiene la humedad. El cabello con porosidad alta es un cabello dañado por tratamientos, tintes o uso de altas temperaturas. Puede absorber rápidamente la humedad o el agua debido a su cutícula más abierta, pero eso también hace más difícil retener la humedad.

Por el contrario, el cabello con porosidad baja tiene una cutícula más cerrada, lo que dificulta el proceso de absorción de la humedad. ¿Lo ideal? Tener una cutícula semiabierta que permita que la humedad penetre sin soltarla.

Afortunadamente, existen unos pasos muy simples que puedes seguir para hidratar tu cabello seco o dañado y así, devolverlo a su antiguo esplendor.

La desnutrición es una falta seria de alimento en él córtex del cabello. Se rompe, pierde su materia, y la consecuencia es sequedad, falta de movimiento y brillo, como si estuviera muerto. Las puntas están abiertas y se decolora y enreda fácilmente.

El objetivo de la nutrición es reponer los nutrientes grasos o lípidos del pelo. Los lípidos que componen el pelo son segregados por las glándulas sebáceas y tienen la función de nutrir y dar brillo al cabello.