La invención de la permanente en 1906 a manos del alemán Karl Nessler marcó un antes y un después en el día a día de las mujeres de la época. Tras la época victoriana, las mujeres tenían que pasar cada día por un calvario para poder mantener el estilo capilar que se había puesto de moda, el de los rizos.

Nessler desarrolló un tratamiento químico con el que conseguía rizos permanentes en cabellos lacios.Eso sí, su pobre esposa Katharina casi se quedó sin cabello en el intento, pero millones de mujeres se beneficiaron de un producto que les permitía tener un look acabado con un esfuerzo mucho menor.

Los felices años 20 supusieron una liberación para las mujeres que los vivieron. La I Guerra Mundial había terminado y los hombres que volvieron del frente se encontraron con unas mujeres que ya no estaban dispuestas a quedarse en casa después de haber desempeñado tareas fuera del hogar con éxito. En el camino habían dejado de lado los corsés, las faldas largas y empezaron a llevar pantalones.

Las famosas flappers que inmortalizó Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby eran mujeres liberadas, que apostaban por un aspecto juvenil y natural y que no tenían reparos en fumar en público y salir a bailar y divertirse. Las mujeres abandonaron las redecillas y las horquillas y apostaron por el bob, o pelo corto que no pasaba del lóbulo de las orejas y que encajaba en esa nueva mujer independiente, práctica y con deseo de moverse libremente.

Tras la II Guerra Mundial una nueva corriente se apodera de la sociedad, el existencialismo. Se toma conciencia de lo absurdo de una existencia que puede desaparecer en cualquier momento.

Se imponen los jerséis y los pantalones negros y largos en el vestir, los cabellos naturales y los flequillos. Juliette Greco y Brigitte Bardot en su formato largo y Audrey Hepburn y Jean Seberg con cortos imponen la naturalidad sin artificios, la comodidad de no llevar el pelo sobre la cara.

Las mujeres forman una parte importante del movimiento contracultural de los años 70. Los peinados se vuelven más atrevidos y al servicio de las ideas de paz y libertad. Figuras como Jane Fonda, Janis Joplin o la feminista Gloria Steinem, representan tres modelos diferentes de mujeres muy distintas que contribuyeron a través de icónicos peinados a promover una nueva mujer única capaz de encontrarse consigo misma.

En aquella misma década de los 70, muchas mujeres negras se atrevieron a ser ellas mismas cuidando de sus características naturales, sin querer ser otras personas. Por primera vez dejaron de lado las pelucas, los productos que destrozaban su cabello para alisarlo y lucieron sus cabellos rizados afro con orgullo, demostrando al mundo la belleza que había en ellos.

La activista y feminista Angela Davis se convirtió en un icono con su imagen de mujer fuerte y empoderada a través de sus peinados libres y rebeldes.

Llegamos a los años 80 y las mujeres empiezan a desafiar al establishment reclamando su lugar en los puestos de poder. ¿Y cómo lo expresan? Oponiéndose a su estilo, el de los conservadores yuppies.

Ellas empiezan a utilizar geles y gominas, y utilizan cortes de dos largos y colores atrevidos, el famoso corte mullet. Se trata de un cabello más corto en la parte superior de la cabeza y los lados, dejándolo más largo por la parte de atrás. En definitiva, ponen la extravagancia al servicio de su poder.

En el final de los 80 y durante la década de los 90, la igualdad se empieza a imponer en el inconsciente colectivo a través del efecto de películas como Armas de Mujer y Thelma & Louise.

Entrados los 90 hay un peinado que lo revoluciona todo, el de Jennifer Aniston en su papel de Rachel en la serie Friends. Se trataba de un corte a la altura de los hombros, con capas largas y cortas muy desfiladas que favorecían el rostro y aportaban un extra de volumen. Su autor fue el estilista Christopher McMillan.

Todas las chicas jóvenes querían ser aquella joven que había huido de una boda con un dentista para comenzar su propio futuro en Nueva York y crecieron con la evolución estilística de aquel personaje. Estaba claro que los modelos en los que se fijaban las mujeres en ese momento, poco tenían que ver con la sumisión y la obediencia.

Todo lo vivido en más de un siglo de progresiva liberación de la mujer nos ha traído al momento actual en el que el valor que sentimos por nosotras mismas y el autocuidado nos ha llevado a las mujeres a poner el bienestar personal y la belleza real por delante de cualquier tendencia. Ahora, podemos llevar cualquiera de los peinados de épocas pasadas, actualizándolos a los valores del presente.

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